
Un paseo hedonista por los barrios bohemios de Lima
A principios de esta década Lima experimentó una explosión en torno al reconocimiento internacional de su gastronomía que también impulsó su escena cultural y nocturna. Tras subir al Machu Picchu y descubrir el encanto colonial de Cuzco en un viaje reciente, llegué a la capital peruana con el objetivo de zambullirme en el apasionante circuito sibarita y bohemio que ha ido creciendo en los distritos de Barranco y Miraflores.
Lo primero que pensé es cómo se parecen estos barrios a los de otras dos grandes capitales latinoamericanas que he tenido la suerte de conocer: sus calles agradables con árboles y edificios coquetos recuerdan a las de Roma y Condesa en Ciudad de México y su pujante comunidad de jóvenes creativos y la aparición de un negocio nuevo cada día (galerías de arte, bares y restaurantes modernos) podrían compararse con Chapinero y Rosales en Bogotá. Por trasladar el símil a Madrid, la ciudad donde nací, Barranco sería Malasaña y Miraflores, Chamberí: el primero es alternativo y el segundo es más acomodado.
La capital es inabarcable en unos pocos días y más allá de estos dos distritos alberga muchos otros lugares que vale la pena conocer. El casco histórico, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es hermoso y agradable (la inseguridad de otras épocas se ha reducido) y es imprescindible dedicar al menos un par de mañanas para dar un paseo y visitar los edificios turísticos.
Mi plan por el centro de la ciudad incluyó varias paradas en sus cafés y barecitos antiguos como el Zela, ubicado junto a la Plaza de San Martín y que funciona como lugar de reunión de los intelectuales limeños, además de algunas compras en librerías con solera como la de El Virrey, a la que acuden escritores para charlar en torno al piano que hay en la tienda.

Christian Vinces/Shutterstock.com
Bocados exquisitos más allá del cebiche
Dicen que los niños peruanos ya no quieren ser futbolistas o estrellas del rock, su sueño es convertirse en chefs. En el influyente certamen 50 Best, que escoge a los mejores restaurantes, Perú consiguió colocar el año pasado tres entre los 10 primeros de Latinoamérica, todos ellos en Lima: Maido y Central (que encabezan la lista) y Astrid y Gastón, el templo de Gastón Acurio, uno de los nombres que han contribuido a situar al país entre las potencias gastronómicas del mundo.
El cebiche está reconocido como Patrimonio Cultural de la Nación en Perú. Aunque hay tantas variedades como permita la imaginación
Uno de mis favoritos es Rafael, en Miraflores. No es barato: los platos cuestan entre los 14 euros de un tiradito (pescado crudo con una salsa fría y picante a base de zumo de limón y ají, entre otras variedades) de lenguado y conchas con caviar de salmón y leche tigresa hasta los 20 y pocos euros por carnes como la canilla de cordero, el crocante de cochinillo confitado y la entraña angus a la brasa. Vale la pena ir por su decoración (el local está situado en una casa republicana limeña de principios del siglo XX) y por su variedad de productos frescos, siempre servidos con un toque sorprendente.
El cebiche está reconocido como Patrimonio Cultural de la Nación en Perú. Aunque hay tantas variedades como permita la imaginación, los ingredientes básicos son trozos de pescado, jugo de lima ácida (un fruto pequeño y verde) y cebolla. Una buena opción para probarlo está en Barranco: Isolina ofrece un sólo tipo de cebiche, realmente exquisito: de corvina con chicharrón de pulpo (ojo, la receta puede cambiar dependiendo de la compra de ese día en el mercado).
Más recomendaciones para comer por la zona de Barranco y Miraflores: Pan Sal Aire (con muy buenos platos y vinos a buen precio), Cosme, Canta Rana y Maido, un lugar excelente para adentrarse en la cocina nikkei que fusiona los productos locales con la herencia japonesa. Y es que la gastronomía peruana es mestiza, va mucho más allá del cebiche: en Lima también se habla de cocina criolla (con base española y europea) y de chifa, que incorpora productos y técnicas chinas.
Un buen momento para visitar la capital peruana y probar sus infinitas delicias es cuando se celebra el festival anual Mistura, quizá el evento gastronómico más importante ahora mismo de Latinoamérica. En cualquier caso, durante todo el año están abiertos lugares fabulosos como el Mercado de Surquillo, donde se pueden probar a precios asequibles los productos frescos que sirven en los restaurantes más exclusivos de la ciudad y acompañarlos con el delicioso trago nacional: el pisco.

Pisca Bar
Bares, tragos y bailes al ritmo de la cumbia electrónica
Siempre que recuerdo mi periplo en busca de los placeres limeños recuerdo el sabor del pisco sour. Conocí este brebaje en Madrid hace unos años, cuando en España se produjo un boom de los productos peruanos, incluyendo su coctelería, como había sucedido antes con el mezcal mexicano. El pisco es un alcohol potente (suele estar entre los 42 y 43 grados) que se maquilla en este aromático y cremoso cóctel con zumo de lima, jarabe de goma, clara de huevo, angostura y hielo picado. En lugares como Ayahuasca, una casona de estilo colonial en Barranco, se sirven múltiples variaciones: con maracuyá, uva, manzana, granadilla, mandarina y hasta uno macerado con hoja de coca que se ha convertido en el emblema del local.
Hay más bares por la zona como Barra 55,Santos, Hotel B y DaDA donde se pueden tomar otros tragos típicos como el chilcano (pisco con jugo de limón y refresco de soda), un aperitivo muy refrescante, además de apetecibles locales para descansar de la caminata mientras se coge fuerzas con una Inca Kola (refresco con gas, un orgullo de los peruanos) o se disfruta de un café orgánico y de chucherías de todo tipo como los deliciosos sanguches (bocadillos) artesanales.
Tenía mucha curiosidad por escuchar en directo alguna de las bandas de música que durante los últimos años están renovando la escena alternativa local, mezclando sonidos tradicionales como la cumbia y la chicha con electrónica de baile y otros ritmos modernos. Esa pujante escena tiene en Lima una de sus capitales gracias a locales como El Dragón, que se llenan los fines de semana con un público joven y marchoso que acude para ver a bandas como Dengue Dengue Dengue, Elegante y La Imperial, Animal Chuki y Novalima.
Yo me enamoré del Sargento Pimienta, un bar con música en vivo en Barranco al que caí por casualidad y del que ya no salí en todo el fin de semana. Es un garaje grande con distintos espacios (algunos al aire libre, para quien quiera fumar) donde se reúnen jóvenes bohemios y puretas canallas del rock para disfrutar de la música, charlar, conocer gente y bailar. El local original lo fundó en 1975 Eduardo ‘El Mono’ Chaparro, un icono de la escena rockera local.

Galería de Arte Dédalo
Galerías de arte, graffiti y muchas sorpresas
El mejor consejo para quien vaya a estar unos días por Barranco y Miraflores en busca de nuevas tendencias es que se fije en los carteles y pósteres que hay pegados en las calles o en las paredes de los bares. Casi todas las noches surge de forma espontánea un festival de punk en una casa okupa o un mercadillo de ropa al que acuden los diseñadores más vanguardistas de Lima. En uno de estos tuve la suerte de encontrar una colorida camisa con dibujos de sandías y otras frutas que me costó apenas 20 euros y que se ha convertido en mi prenda fetiche desde entonces.
Un truco para estar al día de las novedades culturales en Lima es visitar Dédalo, un lugar increíble en una casona de Barranco que funciona como tienda y galería de artesanía y diseño contemporáneo. Su fundadora, María Elena Fernández, escoge obras de los artistas más destacados y en sus salones se pueden comprar piezas de autor de casi cualquier cosa que se esté buscando: artesanías, moda, joyas, muebles… y hasta juguetes antiguos.
Una metrópoli excitante que está cambiando mucho y muy rápido, un lugar donde siempre suceden cosas nuevas.
Un recorrido original por Barranco es hacer una ruta a través de galerías de arte como 80m2 Livia Benavides, Lucía de la Puente y WU Galería, donde se exponen las obras más rompedoras y codiciadas del momento. Sin embargo, lo que yo más disfruté fue la increíble variedad y talento de los graffiteros locales, con los que es fácil empezar una conversación en la calle y acabar esa misma noche con ellos compartiendo bailes y tragos.
Lima tiene el sobrenombre de ciudad gris, por sus cielos oscuros y la neblina que envuelve las mañanas, pero lo que yo me encontré fue todo lo contrario: una metrópoli excitante que está cambiando mucho y muy rápido, un lugar donde siempre suceden cosas nuevas. La imagen que me gusta recordar de la capital de Perú es la del videoclip de uno de mis grupos locales favoritos, Kanaku y El Tigre. La canción se llama ‘Si te mueres mañana’ y está rodada en la carretera que mira al océano Pacífico, allá donde se reúnen los surferos para bailar con las olas.

José Fajardo